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Alimentación saludable y sostenible para mayores

Una dieta saludable no sólo debe favorecer el buen funcionamiento de nuestro organismo, sino que también ha de tener en cuenta sus repercusiones sobre el medio ambiente, los animales de granja y la sociedad. La alimentación despreocupada desde estos puntos de vista puede agravar problemas como la contaminación del medioambiente. En cambio, una alimentación consciente contribuye a resolver estos retos y hace posible que las generaciones futuras puedan continuar alimentándose en un mundo más sano. Por lo tanto, la llamada dieta sostenible podría ser la más conveniente para el planeta y sus habitantes.

El planeta se agota. Los recursos naturales son limitados y las personas, no en general, sino cada uno de nosotros, podemos hacer mucho más de lo que pensamos si no es por salvarlo, sí por alargar su existencia. El mantenimiento de una dieta sostenible, un régimen alimentario que permita al planeta regenerarse al ritmo del crecimiento de la población mundial, no es ya un discurso bienintencionado, sino una necesidad.

Hágalo usted mismo

A la actividad agrícola se le atribuye hoy el 30% de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, el 70% del consumo de agua y también buena parte de la deforestación y la pérdida de biodiversidad. La cría de ganado, los procesos industriales de envasado y transporte, y el desperdicio de alimentos hacen buena parte del resto.

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros desde nuestra cocina para mejorar la situación? Lo primero, tomar conciencia de la situación, que es delicada. Consumir bastante menos, reducir el desperdicio de alimentos y llenar nuestra cesta de la compra con más productos de origen vegetal y menos animal. ¿Cómo se puede llevar esa teoría a la práctica?

No es tan difícil. La Fundación Eroski, en su ‘Guía práctica de estilos de vida saludables en la madurez’, establece un decálogo sobre las condiciones que debe reunir una dieta saludable y sostenible, que bien vale como referencia. Son éstas.

El decálogo

  1. El de la comida ha de ser un tiempo interesante, que le permita a uno levantarse de la mesa con la sensación de haber gozado. La pérdida progresiva de los sentidos del olfato y el gusto como resultado del envejecimiento conlleva a que, con la edad, apetezca comer cada vez menos. Hay que evitarlo a toda costa, porque la mesa es salud y familia, que son los primordiales nutrientes de la vida. Cuide la presentación y composición de los platos. Hágalos apetecibles.
  2. Lo que comamos debe dar la energía que se requiere para vivir. Acuérdese que esas pretensiones disminuyen con la edad, por causas metabólicas y porque el ejercicio que se ejecuta es cada vez menor.
  3. La proporción de alimento ha de ser suficiente y constituir una dieta que aporte todos los nutrientes necesarios.
  4. La nutrición, cuanto más variada, mejor garantiza el aporte de todas las sustancias que necesita el organismo para su buen desempeño.
  5. Armónica. Necesitamos para vivir carbohidratos, grasas, proteínas, vitaminas y minerales. Todos en su justa medida.
  6. Los contaminantes biológicos o químicos no tienen que sobrepasar los parámetros de seguridad establecidos por ley. Tranquilidad.