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LA LIBERTAD, ESE GRAN TESORO

Siempre pensé que el peor castigo que se le puede aplicar a una persona, es la falta de libertad. Ya no lo pienso, ahora estoy convencida de ello.

Durante estos días de confinamiento, he sentido en mi piel la impotencia de no poder salir a la calle, de no ver a mis amigos, de no poder abrazar a mi madre. Nunca había valorado tanto un abrazo, un beso, o un paseo.

He podido intuir lo que sienten muchas personas mayores viendo como su vida transcurre entre cuatro paredes, sin otra compañía que la soledad. Muchas de ellas pasan años sin salir a la calle, sin recibir una muestra de cariño, sin hablar con nadie, o tan sólo, con la persona extraña que las cuidan.

He sido capaz de ponerme en los zapatos de muchos mayores, e imaginarme el sentimiento de impotencia que tienen que sentir cuando, sin darse cuenta, llega un momento en el que dejan de poder decidir por sí mismos. Cuando todo se les impone, y cuando su voluntad ya no cuenta. De repente, “alguien” empieza a tomar decisiones que afectan a todos los aspectos de su vida, incluido, dónde, y cómo deben vivir. Un momento en el que digan lo que digan, su opinión ya no sirve, porque alguien decide que “es lo mejor para ellos.”

Estos días estamos viendo la solidaridad con las personas que están arriesgando su vida para salvar las nuestras. Aunque son momentos muy duros, todos nos sentimos en el mismo barco, y todos, o al menos una gran mayoría, estamos remamos en la misma dirección. Son momentos en los que nos sentimos orgullosos de pertenecer a este país.  Han cambiado las prioridades, ahora sólo importa combatir a este bicho que ha cambiado nuestras vidas, y tenemos que hacerlo juntos. Pero también estamos viendo el sufrimiento de muchas personas que están muriendo en la soledad de una residencia, y la tristeza de familiares que no han podido despedirse de sus seres queridos.

De todas las crisis surgen grandes oportunidades, y estoy segura que de esta también surgirán.  Oportunidades económicas – siempre hay alguien que sale beneficiado-, y en este caso, no va a ser diferente.  Pero estas situaciones extremas, también nos enseñan, sacan lo mejor de nosotros, el ingenio se agudiza, y somos capaces de buscar nuevas alternativas para salir adelante.

Sería magnífico que, además de todas estas enseñanzas, esta situación nos sirviera también para reflexionar sobre algunas de nuestras actitudes con los más vulnerables. Aquellos para los que el confinamiento no tiene fecha. Padres, madres, abuelos y abuelas, para los que el aislamiento llega cuando el tiempo, y la sociedad, les tacha de “mayores”. Cuando sus condiciones físicas disminuyen, y cuando sus sueños e ilusiones, se reducen a una sonrisa, a un paseo, a una visita, a un beso, o simplemente, a sentirse acompañados y escuchados durante un momento.

Todo mi cariño para todos esos abuelos, abuelas, padres, madres, hijos, hijas, nietos, nietas. A todos vosotros, y en especial a los que durante estos días habéis  perdido a algún ser querido, os envío un gran abrazo desde el confinamiento al que nos obliga este maldito virus, cuya procedencia desconocemos.

Para ti, profesional, en cuyas manos recae muchas veces la responsabilidad de cuidar a los más vulnerables. Para ti, va dirigido este mensaje. Estoy segura de que siempre intentas dar lo mejor de ti y en esta crisis lo estamos comprobando. También sé que no es fácil muchas veces el cuidado de estas personas, pero debes tener paciencia y dales mucho cariño.

Es verdad que no siempre cuentas con el material, ni el tiempo suficiente para cuidarles como se merecen. Pero cuando estés cansado o desesperado, piensa que podría ser tu padre o tu madre, o lo que es peor, podrías ser tú mismo.

Recuerdo que mi madre siempre me decía: “hija, el tiempo no se lo comen los lobos”, y tarde o temprano, todos seremos mayores y podemos vernos en esa misma situación.

Para ti hijo/hija/nieto/nieta, si tienes la suerte de contar todavía con alguna de esas figuras junto a ti, ten paciencia. Cuando te repitan las cosas un millón de veces, cuando no se enteren de lo que les dices, cuando se olviden de como se hacen las cosas. ¡Ten paciencia! Ellos la tuvieron contigo cuando no sabías andar, ni comer, ni vestirte. Cuando llorabas por la noche y no les dejabas dormir, cuando renunciaron a sus vacaciones para llevarte al mejor colegio, acuérdate de todo eso y conseguirás tener una actitud muy diferente.

Llegará un día en que ya no estén junto a ti. Ese día, ya no habrá marcha atrás. Nada de lo que no hayas hecho, o no les hayas dicho, podrás hacerlo ya. Por eso, aprovecha mientras estén a tu lado, y quédate con la satisfacción y la tranquilidad de haber estado junto a ellos cuando te necesitaban.

Muchas veces no podrás cuidarlos como te gustaría hacerlo, y tendrás que dejarlo en manos de profesionales, pero, visítalos, bésalos, abrázalos. Diles lo mucho que los quieres. Aunque en muchos casos parezca que no se enteran, nadie lo sabe con certeza, pero de lo que estoy segura, es que un abrazo, es imposible no sentirlo.

Todo mi cariño para todos esos abuelos, abuelas, padres, madres, hijos, hijas, nietos, nietas. A todos vosotros, y en especial a los que durante estos días habéis  perdido a algún ser querido, os envío un gran abrazo desde el confinamiento al que nos obliga este maldito virus, cuya procedencia desconocemos.

¡Mucho ánimo, esto también pasará!